Ofrecimiento de Yánkuam’ Jintia

“Ofrecimiento de toda la vida a Jesús y a María y a los hermanos aborígenes, entre los misioneros de María para los pueblos indígenas.

¡Oh Jesús y María!: les ofrezco toda mi vida entre los misioneros de María para las etnias indígenas, para vivir en fraternidad dentro de las etnias del mundo, mi entrega totalmente a ustedes y a mis hermanos y hermanas de todos los pueblos aborígenes de la tierra.

Teniendo siempre presente su vida y entrega a los hombres y mujeres, para cumplir con amor totalmente la voluntad del Padre común de todos, quiero servir con amor, alegría y esperanza, a toda la Iglesia del mundo entero, pero permaneciendo dentro de las etnias indígenas la vida de nuestros hermanos y hermanas indígenas, en forma total para que sus raíces vivan y continúen a germinar para la riqueza de la Iglesia y del mundo.

¡Oh Jesús y María! Solo ustedes son el Hombre nuevo y la nueva Mujer, modelos del mundo de ayer y de hoy, y por esto me consagro totalmente a ustedes, para que entre los hermanos y hermanas de las etnias nazcan, crezcan y lleguen a la plenitud de la vida, los nuevos hombres y las nuevas mujeres de hoy y de mañana.

Por esto hago don con grande alegría y esperanza de mi vida a los pueblos aborígenes del mundo, aprendiendo con amor y fidelidad sus lenguas, sus conocimientos y valores, inspi­rados mediante la historia del mundo, por el Espíritu Santo y por tu luz, oh Jesús, Palabra de Dios, y siempre presente en ellos, asimilando todo el bien de sus vidas y ayudándolos a corregir lo que es menos bueno, a la luz siempre viva del mensaje de Vida y Esperanza del Evangelio.

¡Les suplico, oh Jesús y María! Que mi vida dentro de las etnias sea un testimonio continuo de pobreza, de santi­dad, de amor, de pureza y obediencia según el ejemplo vivo de sus vidas y según nuestras diferentes condicio­nes: de simples laicos que se entregan como misioneros de María para la etnia, o como religiosos o sacerdotes, o también como casados, pero viviendo en todo lo que es posible la vida de los pueblos aborígenes del mundo.

Conociendo mi debilidad y pobreza, les suplico, Jesús y María, Madre del Salvador, Virgen y Madre Auxiliadora de Guadalupe, misericordiosa con todos los pueblos aboríge­nes de la tierra, que me sostengan cada día y en cada mo­mento, para que la vida entre los hermanos y hermanas de las etnias indígenas, sea una riqueza para nosotros, para el mundo y la Iglesia universal, en la santificación de todos nosotros, en el mundo y en las fraternidades entre los pueblos aborígenes y para la gloria de y para la gloria de Dios, fin último de todas nuestras existencias. Amén”.

Este ofrecimiento a Jesús por la Iglesia Autóctona no tiene fecha. Él usa el ‘vosotros’, yo me he permitido usar el ‘ustedes’ que es más latinoamericano y concuerda con todo el texto.

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